El hombre del tanque

En la mañana del 5 de junio de 1989, en Pekín, la capital china, en la Avenida de Changan, a unos cientos de metros de la plaza de Tiananmen, la plaza de la Puerta de la Paz celestial, un hombre, a pie, solitario, con camisa blanca y lo que parece unas bolsas en la mano, se sitúa frente a una columna de tanques que, en formación de combate, se dirigen hacia la plaza.

Desde el 15 de abril, con la muerte de un líder de un líder reformista del omnipotente Partido Comunista Chino, la plaza ha sido tomada por miles de estudiantes, trabajadores y funcionarios, para expresar su dolor por el fallecimiento. Poco a poco la movilización se torna en una protesta contra un régimen que ya no puede esconder su cara totalitaria. Durante más de 45 días en la plaza resuenan las palabras de Libertad y Democracia. En la noche del 3 de junio, miles de soldados avanzan hacia ella dispuestos a poner fin a la protesta. Es el comienzo de la transformación de una plaza en una masacre.

Día y medio después de tan desigual combate, balas contra gritos, tanques contra pancartas, un nuevo contingente de tanques se dirige a la plaza a concluir la intervención. Y es entonces cuando aparece el desconocido y solitario hombre de la camisa blanca y las bolsas en la mano.

Se interpone al avance del primer tanque; éste intenta sortearlo pero el hombre le corta repentinamente el paso. Se detiene el tanque y con él el resto de la columna. Durante media hora persiste en su actitud, hasta que un grupo de hombres, vestidos de civiles, lo retiran a empujones mientras que los tanques prosiguen su camino.

Nunca se ha sabido quién era ese hombre. Por eso se le conoce como el hombre del tanque; también como el rebelde desconocido.


 
Avenida de Changan de Pekín. Cinco de junio, 1989. Los tanques han aplastado la revuelta estudiantil en las últimas 48 horas y los hospitales están desbordados ante el número de heridos. Algunos han perdido las piernas, aplastadas bajo los tanques. La rebelión ha muerto para todo un pueblo, menos para él.

¿Quién es?

Lleva un pantalón negro, camisa blanca y dos bolsas de plástico, como si viniera de la compra. Una fila de tanques T-59 trata de avanzar por la principal avenida de la ciudad, pero él se antepone y logra frenar su avance.

¿Quién es?

El primer tanque trata de esquivarlo y él se desplaza hacia un lado para ponerse de nuevo delante. Se sube al tanque y habla con el soldado que quiere avanzar, quizá tiene prisa por seguir disparando contra jóvenes desarmados. Aseguran que le dijo: "Vete, da la vuelta y deja de matar a mi gente".

¿Quién es?

Nadie lo sabe. Han pasado 19 años y sigue siendo simplemente el 'hombre tanque'. 'El rebelde desconocido'. 'El héroe de Tiananmen'. Si está vivo, quizá alguien le haya contado que fue nombrado por la revista Time uno de los '100 personajes más influyentes del siglo XX' y que su acción ha inspirado revueltas desde Indonesia a Ucrania. Pero no ha aparecido para reclamar su premio o recibir los aplausos. Unos los sitúan viviendo en el anonimato en alguna parte de la China rural, otros en el exilio de Taiwán y la mayoría bajo tierra, su osadía concluida de un disparo en la nuca.

¿Quién es?

Me gustaría preguntarle qué se siente cuando se actúa convencido de que un principio está por encima de la vida propia, si tenía miedo o éste había desaparecido engullido por la magnitud de aquella injusticia. ¿Acaso creíste que podías, tú solo, frenar al mayor Ejército del mundo, derrocar a la dictadura y devolver la vida a los caídos?

Tanques contra personas: parece desigual y lo es. Fuerza contra ideas. Parece injusto pensar que se pueda imponer la primera, pero ocurrió. Cientos de miles de estudiantes y ciudadanos de a pie dijeron basta al régimen comunista chino, tomando ese millón de metros cuadrados de historia que es la plaza de Tiananmen. Atrincherados, un grupo de líderes despóticos se vio en la encrucijada de perder el poder o disparar a su propia gente. Eligieron la segunda opción. El delito de las víctimas: haber osado enarbolar la bandera de la libertad.

China ha vivido desde entonces una transformación sin precedentes, ha sacado de la pobreza a cientos de millones de sus habitantes y empieza a ocupar el sitio que merece entre las potencias del mundo. Pero Tiananmen sigue importando porque es el símbolo de lo que no ha cambiado en todo este tiempo: pensar diferente, y sobre todo hacerlo en voz alta, se paga todavía con la cárcel.

"No fueron miles sino unos pocos cientos los muertos de Tiananmen", llevan años repitiendo los siempre comprensivos apologistas de una dictadura que nos les afecta directamente. Bien, fueron cientos pues. ¿Es eso más aceptable? "Gracias al régimen y su intervención, China es hoy el milagro económico que es", insisten. Más bien a su pesar, pensamos los que creemos que el mérito es del pueblo chino y no de un grupo de dictadores que cada cinco años se reeligen a sí mismos en el nombre de un comunismo que ha desaparecido.

Y parece legítimo preguntarse si volverían a sacar a los tanques en caso de que vieran amenazadas sus prebendas. Quizá un hombre sin nombre, recién llegado de la compra, se pondría frente a ellos para recordarles que hay cosas que no se pueden matar. Ni siquiera con tanques. Aquí estamos, 19 años después, y el héroe de Tiananmen sigue vivo, símbolo imperecedero de la lucha por la libertad y contra la opresión.

¿Quién es?

Importa más qué hizo.

David JIMÉNEZ ¿Dónde está el 'hombre tanque' de Tiananmen?
El Mundo.com