MENTIRAS QUE VALEN LA PENA, un listado

Comenzábamos con MENTIRAS QUE MEJORAN LA VIDA (buena frase, mejor idea, ARTURO); proseguimos con un análisis detenido, profundo y serio que dio comienzo a LOS HILOS NEGROS DE LANA NEGRA DE LA OVEJA NEGRA; y parecía que pusimos puntoyfinal con la presentación y exposición de un trabajo sobre el tema...

Sin embargo, ese punto y final, resultó un punto y aparte; es decir, un punto... y a seguir.

Porque en esas estábamos cuando llegó JOAQUÍN SABINA, y nos trajo esto:





... más de cien mentiras que valen la pena.


¿CIEN MENTIRAS QUE VALEN LA PENA?

Pues bien, concretémoslas, señalémoslas, ... 
hagamos el 
LISTADO DE LAS MENTIRAS QUE VALEN LA PENA.

¿Llegaremos a las 100?

La FIERA más política

Aprovechando un viaje más allá de nuestra estepa polvorienta y nuestro río, unas valientes exploradoras encontraron una fiera.
Tan peligrosa que está rodeada de miembros de los cuerpos de seguridad del Estado.
Además de contar con una fiera casi gemela.

Así quedaron inmortalizadas nuestras osadas aventureras:


Aristóteles y Alejandro

El discípulo más MAGNO de ARISTÓTELES

Filipo sólo pudo designar al tutor griego más conveniente para un hijo que ya había dejado atrás al séquito de su niñez. El puesto era codiciado, y los candidatos que aspiraban a él constituían una muestra de la nueva influencia de Filipo. Durante mucho tiempo, cuando era un niño, y también más tarde como político, el padre de Alejandro había mantenido estrechos vínculos con los discípulos de Platón; en Atenas, el orador y maestro más famoso de la época había intercambiado una continuada correspondencia con él, de manera que como contrapartida a sus aduladoras cartas podía esperar que el puesto de tutor recayera en alguno de sus antiguos alumnos. Se tanteó a los candidatos de las lejanas islas del Egeo y de las ciudades de Jonia, donde fueron sondeados con el usual enfrentamiento académico, pero mientras los aspirantes entonaban alabanzas hacia Filipo, el rey preparó su plan: desde Lesbos mandó llamar al discípulo más brillante de Platón, Aristóteles, hijo de Nicómaco, "de piernas delgadas y ojos pequeños", y cuyas publicaciones filosóficas eran desconocidas hasta entonces.

"Le enseñó a escribir griego, hebreo, babilonio y latín. Le enseñó la naturaleza del mar y de los vientos; le explicó el recorrido de las estrellas, las revoluciones del firmamento y la duración del mundo. Le enseñó justicia y retórica, y le previno contra las mujeres libertinas". Ésta, sin embargo, sólo es la opinión de un poeta francés medieval, pues en las obras de Aristóteles que se han conservado, éste nunca menciona a Alejandro ni alude directamente a su estancia en Macedonia. Según Bertrand Russell, Alejandro "debió de aburrirse con el viejo y prosaico pedante", pero esto también es la suposición de un colega filósofo.
Aristóteles se habría sentido atraído por Macedonia debido a ciertas conexiones de carácter personal, pues su padre había ejercido como médico en la corte del rey Amintas III; Filipo también había mantenido relaciones amistosas con su antiguo patrón, Hermias, que conservaba una formidable tiranía local en la costa occidental de Asia y había casado a su hija con el filósofo. Posteriormente se dijo que Aristóteles aceptó el trabajo a fin de persuadir a Filipo para que reconstruyera en Estagira su pueblo natal, que se encontraba en ruinas y que ahora había sido anexionado a la frontera oriental de Macedonia; sin embargo, esta historia se contaba de demasiados filósofos en la corte como para que resulte especialmente convincente, por lo que la destrucción de Estagira fue, con toda seguridad, un error de la leyenda; puede que el motivo hubiese ganado crédito como respuesta a los que se quejaron, probablemente de manera injusta, de que Aristóteles llegó incluso a desdeñar a sus conciudadanos. En privado, Aristóteles recibió una gran suma por sus servicios, y este hecho, así como su testamento, prueba que murió como un hombre rico: según los rumores, Filipo y Alejandro también financiaron sus investigaciones sobre historia natural, asignándole guardabosques para catalogar los animales salvajes de Macedonia. Puesto que es posible demostrar que las observaciones de sus asombrosas obras sobre zoología se hicieron casi exclusivamente en la isla de Lesbos, el rumor es falso.

"En opinión de Aristóteles", dijo el más fidedigno de sus biógrafos, "el hombre sabio debe de enamorarse, intervenir en la política y vivir en la casa de un rey". Esta afirmación, si es auténtica, sugiere que la visita a Macedonia le habría dejado a Aristóteles un grato recuerdo. Los críticos se quejaron de que el filósofo se hubiese ido a vivir a un "hogar de barro y cieno", en alusión al emplazamiento de Pela a orillas de un lago, a pesar de que, al poco tiempo, Alejandro y sus amigos fueran enviados a Mieza, en las tierras bajas, donde pudieron estudiar en un apacible refugio con grutas y paseos umbrosos que se creía que estaba consagrado a las Ninfas; recientemente se han encontrado rastros del entorno escolar cerca de la moderna Naousa, pero estamos lejos de saber cuánto tiempo duró este interludio y con qué continuidad se enseñó a los muchachos. Dos años después, Alejandro estaba involucrado en asuntos de gobierno, y aunque es sabido que Aristóteles permaneció en Macedonia el siguiente verano, posiblemente ya no estaba allí en calidad de tutor.

Tanto si fue por poco tiempo como si no, Alejandro pasó esas horas escolares con una de las mentes más infatigables y de intereses más amplios que jamás han existido. Hoy día, Aristóteles es recordado como filósofo aunque, además de obras filosóficas, también escribió libros sobre las constituciones de ciento cincuenta y ocho Estados distintos, editó una lista de los vencedores en los juegos de Delfos, se ocupó de temas de música, medicina, astronomía, magnetismo y óptica, hizo observaciones sobre Homero, analizó la retórica, esbozó las formas de la poesía, consideró las partes irracionales de la naturaleza humana y puso la zoología en una correcta trayectoria experimental, en una serie de compendios que constituyen obras maestras, cuyos hechos se convirtieron en arte gracias al amor de un raro observador de la naturaleza; le intrigaron las abejas y empezó el estudio de la embriología, aunque la disección de cuerpos humanos estaba prohibida y sólo tuvo ocasión de procurarse y examinar fetos procedentes de abortos. El contacto entre el mayor cerebro de Grecia y su mayor conquistador es un tema irresistible, y su mutua influencia ha despertado desde siempre la imaginación.

"Los jóvenes", escribió Aristóteles, "no son el auditorio más adecuado para la ciencia política; no tienen experiencia de la vida y, puesto que todavía siguen a sus emociones, sólo escucharán sin un propósito, de manera vana". Probablemente quien habla aquí es un hombre que intentó inculcarle la filosofía a Alejandro y fracasó, pues no hay ni la más pequeña prueba de que Aristóteles influyera en Alejandro, ni en sus objetivos políticos ni en sus métodos. Sin embargo, escribió panfletos para él, quizá a petición suya, aunque no se ha conservado ninguno que pueda fecharse: sus títulos Sobre el reino, En defensa de las colonias, y posiblemente también la Asamblea de Alejandro y losMéritos de las riquezas, parecen temas adecuados para un hombre que habría de convertirse en el más rico de los reyes y en el fundador de ciudades más prolífico del mundo; sin embargo, Aristóteles ya había demostrado que era capaz de adular a sus patronos, y puede que estas obras hubiesen sido más un halago a los logros de Alejandro que un medio para aconsejarle nuevas ideas. Mucho se ha dicho del supuesto consejo de Aristóteles de "tratar a los bárbaros como a plantas y animales", pero puede que el consejo pertenezca a la ficción. A pesar de que Aristóteles compartía el punto de vista común de sus contemporáneos griegos de que la cultura griega era superior a las costumbres del este bárbaro, no se lo puede condenar como a un racista recalcitrante; Aristóteles se interesó por la religión oriental y alabó abiertamente la constitución por la que se gobernaban los cartagineses. Cuando Alejandro nombró a orientales para ocupar altos cargos en su imperio, se ha dicho muchas veces que la práctica le demostró la estrechez de miras de su tutor en relación con los extranjeros, pero sus diferencias no son tan agudas. El pensamiento político de Aristóteles se basaba en la vida de una ciudad griega, y fueron estas mismas ciudades griegas las que su discípulo diseminó desde el Nilo hasta las faldas del Himalaya, donde perduraron y fueron importantes durante mucho más tiempo que ninguna etapa monárquica, y a menudo se ha criticado a Aristóteles por no haber sido capaz de prever su supuesta importancia. Alejandro no sólo siguió siendo un griego en el mundo oriental a tra-vés de las ciudades que fundó, sino también a través de la cultura, y aunque la política y las amistades lo llevaron a incluir a orientales en el gobierno de su imperio, nunca adoptó la religión persa y es probable que nunca llegara a aprender de manera fluida una lengua oriental.


Pese a que la política no fuera el tema, un muchacho no podía evitar aprender de Aristóteles la curiosidad. Y para el muchacho de catorce años que era Alejandro, Aristóteles debió de parecerle menos un filósofo abstracto que un hombre que conocía las costumbres de las sepias, que podía explicarle por qué los torcecuellos tienen lengua o que los erizos copulan de pie; Aristóteles era un hombre que había practicado la vivisección a una tortuga y que había descrito el ciclo vital de un mosquito del Egeo. La medicina, los animales, la naturaleza de la tierra o la forma de los mares eran intereses que Aristóteles podía contagiarle y que Filipo ya había tratado, y cada uno de ellos formó parte del Alejandro adulto. Alejandro prescribió curas para la mordedura de serpientes a sus amigos, sugirió que una nueva variedad de ganado debía enviarse por barco desde la India hasta Macedonia y compartió el interés de su padre por la canalización y el riego, así como por la recuperación de las tierras yermas; sus agrimensores midieron a pasos los caminos de Asia, y él destinó su flota para que explorara el mar Caspio y el océano Índico; su tesorero experimentó con plantas europeas en un jardín babilonio y, gracias a los hallazgos de la expedición, el discípulo más inteligente de Aristóteles pudo incluir el baniano, la canela y una mata de mirra en libros que marcan el inicio de la botánica. Alejandro fue algo más que un hombre duro y ambicioso; tenía el amplio arsenal de intereses de un hombre curioso, y durante los días que pasó en Mieza, hubo temas suficientes para que dichos intereses salieran a la luz. "Es el único filósofo", dijo amablemente un amigo refiriéndose a él, "al que he visto siempre armado".

R. LANE FOX, EL PAÍS, 9-XII-2007



Los filósofos y las mujeres. Acerca de SÓCRATES y de ARISTÓTELES

Las mujeres de los sabios



Se cuenta que Sócrates contrajo matrimonio a una edad avanzada con una mujer iracunda llamada Jantipa: “malhumorada y pendenciera”, informa el romano Aulo Gelio, y “brava y riñosa”, a decir de Erasmo de Rotterdam. Diversos autores han referido graciosas anécdotas que muestran la paciencia con la que Sócrates soportaba las injurias de su joven esposa. El sufrido varón, luz de su casa y de la calle, aseguraba que, al ejercitar en su morada el arte de la paciencia, se adiestraba para soportar fuera todo tipo de insolencias e injurias (Aulo). En una ocasión, enfadado por haber reñido mucho con Jantipa, se sentó con ánimo apacible fuera de su morada para huir de las recriminaciones. Pero el filósofo no calculaba que su tranquilidad encendió aún más los ánimos de su mujer, quien terminó por arrojarle un bacín de orines. Los vecinos, que observaron todo el espectáculo, no pudieron detener la risa por ver todo empapado de inmundicias al filósofo, quien, en vez de indignarse, también rió con ellos diciendo: “Bien lo adivinaba yo que tras tantos truenos la lluvia había de seguir” (Erasmo).
En otra ocasión, cuando Alcibíades amonestó a Sócrates por sufrir a su mujer, el sabio le preguntó a su acompañante: “¿Tú no sufres en tu casa el estruendo de las gallinas que cacarean?”.Así es verdad –contestó Alcibíades- mas las gallinas dan huevos y pollos”. El filósofo entonces respondió: “También mi Xantipa me pare hijos” (Erasmo). La señora de Sócrates pasó a la historia no sólo como un temible basilisco, sino equiparable -por su fertilidad- a un ave de corral, una carga que había que aguantar porque aseguraba descendencia. Quizás Jantipa tenía razones de sobra para estar enojada, tal vez era víctima de severas críticas y chismes por parte de sus vecinos y conocidos, basta recordar que su esposo le advertía a sus discípulos que las costumbres de una mujer “mal acondicionada” había que sufrirlas. Sin embargo, dado el lugar que ocupaba el género femenino en la sociedad griega de esos tiempos, del punto de vista de Jantipa nada sabemos.

En la edad media, se popularizó una leyenda que fabulaba sobre los problemas que enfrentó otro gran filósofo a causa de una mujer: Aristóteles, protagonista de esta historia, fue víctima del amor, “que a todos prende y envuelve en su abrazo” (Henri). Según el imaginario de la época, Alejandro Magno le dedicaba demasiado tiempo a una “amiga”, dueña de su espíritu. Aristóteles, inquieto porque su discípulo dejaba de atender las obligaciones del gobierno, lo reprendió diciendo: “Pienso que ciego sois/ y se os puede llevar a pacer con las bestias. Tenéis trastornada la cabeza/ si por una muchacha extranjera se nubla/ de tal manera vuestro corazón/ y recobrar no puede la mesura” . Alejandro confiaba en el sabio e intentó alejarse de su dama, pero su deseo no disminuía, por el contrario, el “miedo y la inquietud de no verla dominan/ su voluntad. No puede disipar su recuerdo/ aunque deje de verla”. La joven, al enterarse de la reprimenda del filósofo, planeó vengarse del “encanecido y macilento maestro”, que poco sabía de los mandatos del deseo, y le aseguró a Alejandro: “podréis presenciar que ninguna dialéctica/ ni gramática acude en su socorro”.
La dama, “que Natura había hecho perfecta”, se presentó al pie de la vivienda de Aristóteles, y comenzó a entonar bellas canciones de amor. El filósofo pronto quedó embelesado por su hermosura: “¿Qué pasa con mi pecho? –se preguntaba Aristóteles- Amor me va perdiendo. Y viendo que no puedo/ librarme de él, que pase lo que debe pasar./ Venga Amor a alojarse”. Esta famosa leyenda, que recupera varios preceptos del código aristocrático de amor cortés, se conservó en el Lay de Aristóteles, una composición del siglo XIII, atribuida al trovador Henri d’Andeli.
En el finamor o amor cortés, la dama o dona es la imagen que perfora el corazón del hombre y lo enciende en deseo. En un juego de fatalidad, el amante le promete su servicio a una mujer inalcanzable –casada, de manera frecuente, con el señor o rey del cual el caballero es súbdito-, que también podía ser cautiva del amor, pues la pasión vulnera “con su ardiente saeta” y “sale ninguno bien librado./ Y la moza a su vez es poseída/ por todos los ardores que arrebatan su pecho”. Asimismo el caballero enamorado debía ser prudente, discreto, capaz de correr aventuras para demostrar su ardor y conseguir el afecto tanto emocional como carnal de su ama.
El Lay de Aristóteles comienza como una canción cortés que refiere el aristocrático amor de Alejandro, pero pronto se descubre un ánimo humorístico que rompe con el cerrado código del finamor. Una vez que Aristóteles conoce a la joven que conquistó al rey de Macedonia, el filósofo ya no es el sabio riguroso, sino un enloquecido anciano –figura que era ridiculizada desde la antigüedad, pues toda joven linda, decían los doctos, exige un vigoroso compañero- que arde ante el esbelto y magnifico cuerpo de una doncella.
Mientras la dama era un agente pasivo en las canciones trovadorescas, la mujer de El lay de Aristóteles logra lo impensable gracias a su astucia. Cuando Aristóteles, ávido de poseer a su amada, le solicita sus favores, esta le impone una condición: se los concederá, si el filósofo le consiente cabalgar sobre su espalda cual si fuera un corcel. Como el yugo del amor lo deja indefenso, lo enloquece y consume su razón, al anciano no le importa actuar de manera ridícula, “deja le coloquen encima una silla jineta”, y es montado por la intrépida dama. Alejandro, quien observaba divertido las argucias de su amada, increpa al filósofo: “Vos, que me prohibisteis verla, ¡estáis ahora tal punto mermado que ni una pizca guardáis de juicio y os comportáis igual que una bestia”. A Aristóteles no le queda más remedio que aceptar, una vez vivido estos embates, que cuando Amor llega, “Natura borra lo aprendido”. Y Henri d’ Andeli concluye su canción advirtiéndonos que si el amor -ese mal amargo y a la vez agradable- doma hasta al “Maestro en toda ciencia”, nosotros que somos mucho menos sabios no podemos negar su poder, pues mientras dure este mundo, “Amor todo lo vence y lo seguirá haciendo”.


La graciosa anécdota de Jantipa y la leyenda de Aristóteles desacralizan a los dos magnos filósofos, y se ríen de las convenciones sociales de su tiempo. La perspectiva marginal de la mujer, la acentuación de la vida cotidiana en vez de los altos vuelos del espíritu, abaten la solemnidad de los monumentos de la filosofía: los cubre de orines, los cabalga, los deja sin dialéctica y gramática, y quiebra la seriedad de la perspectiva dominante que rige el mundo.



LEJANOS, sí; pero igualmente MONSTRUOSOS

Están lejos, muy lejos de nosotros, de las riberas de nuestro río, de nuestras áridas tierras.

Pero aprovechando que un grupo de nuestros exploradores más avezados sale en arriesgada pero gozosa expedición, ahí va una muestra terrorífica de FIERAS y ALIMAÑAS que podrán encontrar en su esperemos que venturoso camino.






¿Serán nuestros jóvenes aventureros capaces de encontrarlas? ¿tan osados como para acercarse a ellas? ¿tan afortunados para sobrevivir al encuentro?

Confiamos en la sabia dirección de ALFREDO, maestro expedicionario, para que todo ello sea posible.


EL PRINCIPITO


Si la ÉTICA es, entre muchas otras cosas, PREGUNTAR...
este de aquí abajo, lo hacía y lo hacía muy bien.


EL PRINCIPITO (Le petit prince)
de A. SAINT-EXUPÉRY

Aquí, en este enlace, se puede leer


Además, recordad que de esta obra sale un HILO NEGRO DE LA LANA NEGRA DE LA OVEJA NEGRA... 
Sí; en el DELPHOS PAPÁS


¿Y por qué no leer obras enteras?

una BIBLIOTECA, entonces...


... y de FILOSOFÍA...

Pues entonces, una 
FILOSOFITECA
o una
BIBLIOSOFÍA
o
como ustedes prefieran.

Hagan entonces sus propuestas aquí debajo